El Fin de una Cultura

selknam03 La razón ¿Porqué Magallanes no cuenta con un folclore propio, de raigambre aborigen? Porque el indígena fue extirpado de la civilización. ¿Qué es civilizar? Es sacar del estado salvaje a pueblos o personas. ¿Y cómo hacerlo? Educando, ilustrando. Pero no sucedió así. Mientras gente adinerada enviaba a sus sicarios a ultimar nativos, otros de buena fe trataban de salvar a esas razas, pero ambos convergieron en su eliminación total; los primeros por falta de escrúpulos y los últimos por carecer de propósito. Y la máquina del progreso avasalló a los indios. Impidió que la civilización razonara con altura de miras. Si hasta los más cultos cayeron entre los engranajes del avance y, desafortunadamente, taparon sus conciencias con gruesos cortinajes, dejando dentro de sus cuartos oscuros el acaparamiento de tesoros materiales, sin permitirse el ingreso de la luz, de ese resplandor donde impera la riqueza verdadera iluminada por los rayos de la bondad, del amor y la justicia.

La extinción
Hablemos del selknam u ona. Parece que «ona». Parece que «ona» era un apodo despectivo dado por los yaganes y alacalufes cuando se referían a esos hombres espigados y robustos. Era algo así como tratarlos de «elefante marino» o «foca». José Perich en su obra «Extinción indígena en la Patagonia», dice: «El veinticinco por ciento de los onas fue exterminado por los colonos, ganaderos, soldados y marineros, y también por los buscadores de oro. Un cinco por ciento pereció en luchas intestinas entre tribus. Otro cincuenta por ciento habría fallecido por enfermedad: tuberculosis, influenza, desnutrición y epidemias varias. De estos muchos perdieron sus vidas en las misiones salesianas de San Rafael de isla Dawson y Calendaria de Río Grande, como también en las anglicanas a orillas del canal Beagle. Un diez por ciento murió por razones varias y el diez por ciento restante por enfermedades naturales y vejez». Armando Braun Menéndez dice en su «Pequeña historia magallánica», que en un encuentro con cuarenta onas, las tropas de Ramón Lista recibieron una lluvia de flechas. El militar argentino manifestó: frente a esa actitud tan hostil como inesperada, los soldados envainaron los sables y con sus armas de fuego dispararon sobre los aborígenes ocultos, con lo cual el matorral fue desalojado quedando en nuestro poder algunos prisioneros, mujeres en su mayor parte y, sobre las zarzas, veintiséis indios muertos». El suceso se había desarrollado en bahía San Sebastián en noviembre de 1886. Más adelante Braun Menéndez se refiere a la misión Candelaria donde desgraciadamente los niños indios empezaron a enfermarse del flagelo que diezma a la raza, la pulmonía, y dice que un religioso tuvo que suspender la instrucción civil para remitirse a darle la cristiana. «Tanto aprovecharon esta -dijo el cura- que se hicieron maestros en el arte de morir cristianamente». También agrega que en la misión de San Rafael de isla Dawson «el germen de la enfermedad que minaba la raza llevó en poco tiempo más de ochocientos al cementerio, despoblando en parte la misión». De las anglicanas se contaba, que doscientos capotes donados por la armada argentina causaron la muerte a los indios que los usaban. Eran portadores de enfermedades y contagios.

El rumano Popper
Existe una fotografía muy difundida y que es parte de varios textos, donde aparece Julio Popper con otros dos tiradores y en medio de ellos un ona muerto. Esta foto fue presentada por el propio Popper para justificar su combate contra los indios en 1887. El enfrentamiento de marras lo describió así: «Poco a poco logramos colocarnos del lado del viento, lo que obligó a los indios a retirarse, pues la flecha no puede causar daño lanzándola contra el viento. Dos indios quedaron esta vez muertos sobre el terreno». Según Boleslao Lewin en su obra Popper, un conquistador patagónico, éste ingeniero rumano había manifestado en parte de su discurso dado en el Instituto Geográfico Argentino de Buenos Aires, lo siguiente: «Acaso no es deber de los gobiernos inculcar en los aborígenes las nociones de propiedad antes de permitir la introducción de la oveja en sus regiones? ¿Acaso no es deber de los gobernantes antes de ocupar sus campos, antes de quitarles el guanaco, único cuadrúpedo que les proporciona vestido y alimento?»

Los ganaderos
Mauricio Massone en su obra «Cultura Selknam» (Ona) escribe sobre el pensamiento de algunos ganaderos llegados por primera vez a la isla de Tierra del Fuego, cuando esta era el reino de los aborígenes. Uno razonó así: «Estamos preparados del todo para los indios, en el hecho tengo seis hombres que no hacen más que mantenerlos a raya». Y otro: «Es bien desagradable este asunto de los indios pero que hacer, tenemos que extirpar los indios de la Tierra del Fuego y llevarlos todos a la isla Dawson». Martín Gusinde en su obra «Hombres primitivos en la Tierra del Fuego» cita una información aparecida en 1882 en el «Daily News», diario editado en Londres, que dice así: «Indudablemente la región se ha presentado muy apropiada para la cría e ganado, aunque ofrece como único inconveniente la manifiesta necesidad de exterminar a los fueguinos». Más adelante Gusinde expone que en 1880 los onas eran de 3.500 a 4.000 individuos. Cuando él llegó en 1919 sólo quedaban 279.

La Tierra del Fuego
Teóricamente se dice que los onas llegaron a la Tierra de Fuego cuando la geografía unía el continente a la isla, o esta estaba unida por un istmo en la primera o segunda angostura del estrecho de Magallanes. En cierta oportunidad , miles de años atrás, y mientras cazaban en época de verano, trataron de regresar como solían hacerlo a las pampas patagónicas, alas cuales pertenecían pues eran, con toda seguridad, de origen tehuelche; y esa vez debieron lamentar un fenómeno telúrico que les cerró el paso. Desde entonces la tierra del Fuego, o El Ultimo Confín del Mundo, o Karú-Kinká como ellos la llamaban, se convirtió en la gran isla de hoy. Los onas no eran canoeros y por tal motivo no pudieron regresar a la Patagonia cruzando el estrecho. Ellos eran cazadores y recolectores pedestres y sin otra alternativa se quedaron aislados. La civilización los mató. Cuando algunos individuos quisieron protegerlos ya era demasiado tarde. Incluso los misioneros anglicanos y salesianos, con entrañable carisma, no pudieron salvar al indio; aún peor, sus desvelos fueron negativos para el indígena, pues no era fácil variar sus costumbres ancestrales por otras nuevas e incompresibles para ellos y que además les portaban flagelos y vicios desconocidos. Su vida era inmaculada y la desarrollaban al aire libre, en medio de la puridad de una naturaleza si bien fría, no por ello menos sana y hermosa.

El folclore
Hemos perdido esas raíces. De golpe. Sin dejar herencia. Sin trasmitirnos sus ritos, costumbres, creencias y artes en «vivo y en directo» como se dice. Sin su folclore. Al respecto Massone dice: «Los selknam eran aficionados a la música y aunque no utilizaban instrumentos musicales, entonaban frecuentes cantos en ocasión de rituales fúnebres, durante la ceremonia del Hain o Kloketén, como parte de las representaciones de los Kon y también cantaban en diferentes circunstancias de la vida cotidiana». Carlos Keller en su obra «Dios en Tierra del Fuego llama Jon a los chamanes y dice de ellos: «Disponían de capas nuevas y de hermosísimos cócel que les cubrían la cabeza en forma de gorras elaboradas de cuero de zorros». En lo espiritual o ceremonial, un perfecto Jon era capaz de alejarse de sí mismo para recorrer los espacios infinitos de su mundo interior. Anne Chapman, arqueóloga, ha registrado cuarenta y dos piezas musicales entre canciones y lamentos. Ella dice que sumadas estas a las que existen en Inglaterra y Estados Unidos bordearían las ochenta. Varias armonías de estos registros son vocalizaciones, pero hay algunas con letras interesantes y hasta sorprendentes. Bien traducidas, o poéticamente interpretadas, nos dejarían un sabor a lejanía, a lamento, a resignación. El estoicismo del ona se basa en el amor, el respeto y la confianza que deposita en sus dioses bienhechores, y también en el culto y veneración a sus muertos.

La muerte
Hay mucho de muerte en esta raza inmolada. Anne Champan dice que Koliot era su grito de alarma cuando auscultaban la cercanía de los hombres blancos asesinos, denominación que hicieron extensiva al renombrado «Chancho Colorado», exterminador de indios. Koliot significa «capa roja». De este color era la capa que usaban los primeros policías que conocieron. A esos blancos o chanchos colorados los trataban de malos cristianos que matan indios. Los últimos onas pasaron por una experiencia bastante catastrófica, que casi los diezma en su totalidad y que ocurrió durante la epidemia de sarampión de 1925. «Hubo muchos muertos -dijo la india Lola Kiejpa, según Anne Chapman- muchos muertos, muertos, muertos. ¿Cuántos muertos? No sirve Xohat Xoon, el médico blanco. El cementerio está lleno. Tanta gente muriendo».

El chancho colorado
A propósito de «Chancho Colorado», Bruce Chatwin dice «En la Patagonia»: «El cerdo rojo halló, en cambio, su némesis en la bebida originaria de su patria (el güisqui). Murió de delirium tremens cuando tenía algo más de cuarenta años. «Pero los indios atraparon al Cerdo Rojo, me dijo la hija del gerente del frigorífico Patagonia. La verdad es que conocimos mucho al Cerdo Rojo cuando éramos chicas en Punta Arenas. Vivía con su esposa en una casita muy cómica a la vuelta de la esquina. Su final fue espantoso. Todo el tiempo veía indios en sus delirios. Arcos y flechas clamando sangre. Una noche despertó y los indios estaban rodeando su cama. Y él gritaba: «No me maten, maten» y salió corriendo de la casa. Su esposa fue detrás y no pudo alcanzarlo, pues el hombre se perdió en el bosque (que por entonces rodeaba a Punta Arenas). No lo encontraron en días. Y por fin un peón lo halló en un prado junto a unas vacas, desnudo, comiendo pasto en la misma posición que ellas.»

El canto del chamán
Más o menos así el canto del Xoon interpretado por Lola Kiejpa y grabado por Anne Chapman: «Ya estoy en ese lugar y aún no he llegado. Solo veo a los de la casa de Ham-nia, el hogar del cielo donde moran los que se fueron. Oigo que me llaman desde lejos porque el guanaco para sus orejas para escuchar el viento de Kenénit. Canto por los dos kloketén hijos de Kenénit que han partido, dos jóvenes recién iniciados y tan pronto hijos del oeste. Yo estoy sobre sus pisadas y las de aquellos que se fueron y sigo sus rastros, cautelosa, para llegar al hain de Ham-nia, a la casa de los iniciados en el cielo. Estoy sentada sobre mi cama y canto, canto a la madre guanaco y a aquellos que se fueron a la casa de Ham-nia. Ahora estoy perdida y no veo la huella de Ham-nia. Entonces busco las pisadas de los padres de aquellos que se fueron a cantar en el Hain. Me parece estar sentada en una cama del cielo porque creo haber llegado, Pero sigo caminando hasta Ham-nia, hacia la casa de aquellos que se fueron. He perdido los rastros y no el camino que me lleva a presenciar la verdadera ceremonia del Hain de Ham-nia, la iniciación en el cielo.»

Xoon es el chamán, brujo, mago, hechicero. Anne Champman escribe Xoon, Mauricio Massone lo monbre Kon y Carlos Keller, Jon. Ham-nia significa el cielo en su totalidad y profundidad. Kenénit es el cielo del oeste de donde viene el viento. Hain corresponde a la iniciación y también a la casa o templo donde se desarrollaba esta ceremonia. Klóketen se refiere al adolescente iniciado.

Nostálgica herencia
Después de haber repasado estos textos sólo me queda escuchar el quejido interminable del panteonero. Así denominaban los antiguos magallánicos -según cuentan- al viento de l suroeste, por venir siempre el lado donde estuvo el primer peteón o cementerio de Punta Arenas, anterior al de la plaza Lautaro y situado en algún lugar de Miraflores. Y es todo lo que nos queda del indio. Un panteón, un lamento. Y el viento.

4 Responses to “El Fin de una Cultura”

  1. jorge roessler Says:

    Estimado Carlos Vega Delgado,
    el valorable aporte suyo ( aunque triste su contenido ) , a la revelación histórica de los hechos acaecidos en aquella época de genocidio chileno, es motivo de mi comentario en este momento.

    El filo del viento,
    hoja cortante del tiempo,
    corta el silencio.
    Sobre el horizonte, al final del oeste,
    separa las aguas y el cielo
    una silueta y un llanto.
    Aquella vida buena y libre,
    obligada a patria ajena
    por la piel blanca y su evangelio de muerte.
    Nadie puede cantar sus cantos,
    nadie puede recitar sus versos,
    ni siquiera la historia nos dice lo digno.
    Desde el este por los canales, entre las islas,
    el semblante indigno de nuestro pasado
    siembra una nación sobre tierra violada.
    Solo el viento y el cielo
    se atreven a dar testimonio
    de tal amargo fín.
    En nombre de Chile,
    en nombre de la civilización,
    en nombre del cristianismo.
    Una vergüenza y un dolor
    opacan el amor que siento
    por este país.

    A la memoria de todos mis compatriotas que sufrieron el desprecio, la explotación y la usurpación.
    Por una cultura nueva y verdadera, libre, solidaria y tolerante.

    Jorge Roessler
    Alemania

  2. Diana Barrientos Says:

    Estimado Carlos,

    Sin duda, este artículo es un valioso aporte para el replanteamiento de la identidad magallánica.
    La sociedad aún tiene una deuda pendiente con la historia de los pueblos indígenas en todo el país.
    Es necesario, entonces, deconstruir una larga tradición histórica que ha contruibuido a la negación del indígena dentro de los procesos sociales, políticos y económicos de la región.
    No tengo dudas que estamos en el camino correcto por democratizar nuestra disciplina, y este pequeño artículo refleja la esencia de un mensaje esperanzador para las futuras y actuales generaciones.

    Saludos fraternos
    Diana Barrientos

  3. sergio Says:

    «La historia la escriben los vencedores». El otro día estaba con una niña de 15 ayundandole a hacer una tarea sobre la independencia, ella solo escribía lo que decía un libro y lo recitaba de memoria, según ella esa era la forma de estudiar, y yo le dije que la historia como otras materias no se deben aprender de memoria, sino se debe pensar en lo que se está diciendo y porque.
    Dije un pensamiento al principio pues que yo estudie cuando aún estaba en dictadura; muchas cosas se ocultaban en educación y lo que mas se nos resaltaban eran fechas y nombres de hechos militares que supuestamente eran gloriosas para el país, se trataba solo de eso, memorizar y recitar lo que decía un libro, sin preguntar ni menos cuestionar, pensé que los tiempos habían cambiado, pero no es así. Se nos enseña solo a ver la historia oficial, la que cree que es buena y no nociva según una parte de la sociedad.
    A mí me gusta leer mucho sobre lo que no se ha dicho en textos no oficiales, creo que hay siempre se me responden muchas preguntas como ¿Por qué en la Tierra del fuego se extinguieron los autoctonos?, ¿Que presidente y por qué permitió demasiadas injusticias?, no se trata de ser un resentido, pero en verdad, no se escribe un libro de historia según las palabras de un debil.

  4. ANTONIO HERNANDEZ Says:

    «El fuerte domina al debil». Bajo esa consigna, los estados dominantes del planeta (ingleterra y yanquilandia EEUU) se permitieron matar fueguino para perseguir sus intereses capitales, en donde era más valioso un cordero que un nativo. Lamentablemente, seguimos muriendo a merced de esos pendencieros, capitalistas y brabucones países. No con disparos directos o extirpándonos los penes y orejas pero entregamos el país y somos ciegos y peor aún no tenemos memoria y en los libros no se escribe y seguiremos siendo weones por los siglos de los siglos.

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