¿Qué es la Sabiduría?
Hace unos días -luego de haber recibido con mucha alegría un regalo que me retrotrajo hasta mi época de adolescente en la cual no perdía sesión alguna de esos magníficos documentales- volví a observar un capítulo de “El Mundo Submarino” del gran Jacques Ives Cousteau…y de inmediato, no pude dejar de pensar en dos situaciones relevantes:
La primera: pocas veces se tiene la posibilidad de deleitarse apreciando la forma ejemplar en que algunos seres humanos emplean el breve espacio que denominamos “vida”…Mientras observamos por doquier y a manos llenas muestras variadas de lo contrario, es reconfortante explorar las existencias de aquellos que, como Cousteau padre, la utilizan para defender cosas que valen la pena…cosas por las que vale la pena morir, como dijo otro francés de notable fuste que nos dejó de regalo, entre varias joyitas, su “Principito”
La segunda, que ocupa el centro de estas insignificantes disquisiciones, tiene que ver con el título de este artículo, por cuanto ese capítulo de las exploraciones del gran oceanógrafo galo, que volví a ver luego de 30 años de su estreno, trataba del río Nilo…el Gran Río Nilo, cuya significación – similar a la de otros cuerpos de agua como el Amazonas o el Mississippi – nos resulta bastante conocida casi desde que somos niños, debido al estudio de las grandes civilizaciones de la Humanidad.
Pues bien, lo que me llamó profundamente la atención en ese documental, es su directa relación con un asunto que aquí, en Chile, en nuestra Región de los Ríos pronta a estrenarse, está debatiéndose precisamente por estos tiempos: la proyectada construcción de un complejo hidroeléctrico en el sector de Panguipulli, que afectará de manera más o menos profunda y se quiera aceptar o no, entre otros, al magnífico Río San Pedro, ya bastante vapuleado por la interacción con los centros poblados que por desgracia se hallan próximos a su curso.
Recuérdese entonces el discurso que los grandes consorcios de la energía eléctrica y también los entes gubernamentales esgrimen por estos días para justificar la instalación de estas centrales en Panguipulli (los ecos de Ralco – similar en cuanto a las palabras empleadas – siguen resonando) “…las necesidades energéticas del país…”; “…trabajo para disminuir el desempleo de la zona…”; “…el salto al desarrollo de Chile…” etc, etc, etc.
…En su época, Gammal Abdel Nasser – Presidente egipcio – publicitó los mismos argumentos ante su gente; el pueblo del Egipto milenario, para que otros grandes consorcios de la electricidad mundial interviniesen ni más ni menos que al cuerpo de agua que es responsable de la existencia misma de ese país, pues como dice un antiguo historiador el mismo es “un regalo del Nilo” y pudiesen construir la represa de Assuán. Esto, durante el último tercio de la década de los sesenta del siglo pasado…
…En su documental, filmado casi diez años después, Cousteau pudo constatar que Egipto seguía siendo un país del Tercer Mundo y que una parte relevante de la energía que Assuán y el complejo de represas que le siguió producían, debía emplearse – ¡oh paradoja! – en fabricar enormes cantidades de fertilizante artificial para suplir el légamo que el Nilo – desde el origen del tiempo – había regalado gratuitamente a los campesinos egipcios. Las hidroeléctricas segaron ese regalo precioso y, todo parece indicar, no cumplieron a cambio con las grandes prebendas que supuestamente iban a regalar a Egipto…A raíz de la grotesca intervención producida en este significativo río, su Delta dejó también de ser lo que había sido históricamente; las tierras comenzaron a salinizarse y a ser devoradas por el mar en la zona costera, por el desequilibrio que las represas impusieron en el régimen hídrico del río…los pescadores de la costa del delta ya no tenían cómo sobrevivir…no había allí la abundancia de peces que históricamente habían cosechado del mar…hermoso “progreso”…
Parece entonces increíble que, más de cuatro décadas después, en las antípodas de Egipto (que hasta donde se tiene conocimiento no es un país “desarrollado”), vuelva a emplearse la misma letanía, para que algunos prosigan edificando sus imperios de billetes y, más increíble aún, que todavía no nos resulte posible defender, como sociedad, una forma diferente de vivir y de relacionarnos con lo que resta de naturaleza. Los grandes intereses meramente económicos que están detrás de los proyectos que se quiere imponer en Panguipulli harán todas las “cirugías estéticas” que sean precisas para que sus informes de impacto ambiental superen las febles barreras que la deficiente legislación ambiental de Chile plantea, sin pudor alguno…La grave crisis ambiental del mundo tiene ribetes éticos que no es posible soslayar por más tiempo; no al menos en Chile, donde aún resta algo de naturaleza que puede rescatarse de la voracidad humana.
La sabiduría es el arte de aprender a cabalidad de la experiencia de otros; recogerla, internalizarla, hacerla parte de nuestra propia existencia y digerirla de tal forma que nos permita evitar los abismos en los que otros, por ambición, prisa, desconocimiento o soberbia, han caído con lamentables e irreversibles consecuencias…Sin embargo, todo parece indicar que nos falta para acceder a esa certeza…es de esperar que – para cuando por fin nos demos cuenta – reste aún un trozo de naturaleza que permita nuestra redención…
* Escritor, Profesor, Fotógrafo, Abogado
E-mail: falcoaustralis@gmail.com