Medicina Quechua

Publicado en Medicina el 01/01/2006 por admin

YatiriSalud y Medicina Tradicional

Para el quechua el origen de muchas enfermedades es misterioso, por tanto para diagnosticarlas y curarlas deberá recurrir simultáneamente a explicaciones y remedios de tipo cósmico ancestral -incluyendo una rica tradición en el manejo de la farmacopea andina-, a los conceptos médicos que trajo la Colonia, y a los de la ciencia moderna.

El campesino que disminuye riesgos agrícolas sembrando muchas especies en muchos lugares y tiempos distintos, actúa con esta misma racionalidad ante la enfermedad.

Curaciones

La concepción autóctona no distingue entre enfermedades-curaciones de tipo mágico y otras de tipo natural, es mucho más unitaria, como un sistema de relaciones entre el cuerpo, sus varias almas, la sociedad y el cosmos lleno de seres tan vivos y reales como nosotros, como partes inseparables que componen un todo armónico. La medicina andina asume una ideología globalizadora de cuerpo y espíritu, persona, sociedad y cosmos; posee curas naturales, cuidados personales y remedios rituales que facilitan la respuesta adecuada del enfermo andino.

Yatiri

El especialista para el diagnóstico y la curación de todo tipo de desorden físico-psíquico-cósmico (incluidas las enfermedades) es el yatiri (el que sabe), su especialización puede incluir procesos de aprendizaje pero en última instancia es de orden sobrenatural, por haber sido tocado por el rayo o haber recibido poderes superiores ya desde el nacimiento. Es a la vez médico, adivino y sacerdote. Domina los recursos rituales, aunque conoce también los naturales. Dentro de estos el jampiri o qulliri (el que cura) está especializado en enfermedades y tiene un amplio conocimiento de las plantas y otros recursos naturales medicinales.

Hierba del Clavo y su uso ancestral

Publicado en Medicina el 01/01/2006 por admin

LelintuEl Hallante, Leliantu o Hierba del clavo, según se le conoce actualmente, es una hierba perenne de la familia de la rosáceas y se la puede reconocer por sus hojas arrosetadas y de bordes aserrados. Sus flores son rojas o amarillas, de cinco pétalos y están dispuestas en panículas abiertas. Alcanza una altura alrededor de los 50 cms.

Esta Hierba fue utilizada antiguamente por los Mapuches, quienes la llamaban Leliantu, principalmente para curar los males estomacales e intestinales, usándose también para regularizar las menstruaciones y para aplacar las neuralgias dentales. Es un muy buen diurético y actualmente se le reconocen sus propiedades en el tratamiento de la hipertrofia de la próstata, prostatitis.

Breve Historia:

El conocimiento de esta planta se ha legado durante cientos de años, pasando así a ser uno de los exponentes mas populares de la herbolaria mapuche. Aunque originalmente se le llamaba Hallante y Leliantu, fue cambiando progresivamente de nombre debido a que su forma de aplicación se basa en el uso de la raíz, machacándola. Al hacer esto nuestra yerba expele un agradable olor, por lo que se la asoció a los Clavos de Olor, llegando a popularizarse bajo el nombre actual de Hierba del Clavo. Como dato histórico cabe consignar que ya en el año 1889 Murillo la mencionaba en sus crónicas, mientras que en sus escritos de 1917 el investigador Martín Gusinde vuelve a recoger el testimonio de su uso ancestral.

Composición Química:

Aunque no se han realizado demasiados estudios al respecto, se ha comprobado la presencia de taninos, así como dos componentes que serían los responsables de su fragancia: el eugenol y el aldehído cinámico.

La presencia de estos componentes ha permitido corroborar sus propiedades aperitiva, diurética y emanagoga.

Por último cabe mencionar que la sabiduría popular le asigna propiedades afrodisíacas y contra la impotencia masculina.

Modo de uso:

Se utiliza solamente la raíz, la cual se troza y hierve en medio litro de agua. Se bebe dos a tres veces al día.

Contraindicación:

Dada su condición de emanagogo se recomienda no utilizar durante el periodo de embarazo, puesto que en altas dosis el Leliantu puede resultar abortivo.

Hoja de Coca, Medicina y Alimento

Publicado en Madre Tierra el 01/01/2006 por admin

Coca: hojas y frutosKoka Kintu es el regalo que hizo el Dios Inti al pueblo andino. Por siglos ha sido sagrada y se ha utilizado como sustento del alma y del cuerpo. La primera vez que cayó en desgracia fue cuando la descubrieron los españoles; la segunda, cuando se supo que contenía cocaína.

Don Pedro Vásquez vive en Socoroma y dedica su día al cultivo del orégano. Cada mañana, antes de salir de su casa, revisa los bolsillos de su pantalón. No puede faltar una bolsita de plástico donde guarda las hojas de coca que lo acompañarán durante la ardua jornada laboral.

Mientras realiza sus quehaceres, pone las hojas en su boca entre la mejilla y los dientes y, por un largo rato y sin masticar, extrae el zumo vegetal mezclándolo con su saliva. Una vez que las hojas se han transformado en una pasta verdosa y no les queda ninguna gota del extracto, las bota a la tierra.

Su vida y sus labores se encuentran a unos 115 kilómetros de Arica, hacia el interior, a tres mil metros de altura sobre el nivel del mar. Socoroma, muchos pueblos de los alrededores y don Pedro son hijos de una historia inca y aymara y por lo visto se mantiene una de las costumbres más arraigadas en ambas culturas precolombinas: el acullicar hojas de coca.

Para este hombre trabajador, de rostro moreno y con rasgos andinos, la coca es mucho más que una planta. Se transforma en su alimento, en su consuelo, en la llave de su existencia. En esas tierras utilizan esta hoja sagrada en ceremonias, fiestas, pues son premonitoras del destino y, mediante el acto de acullicar – mantenerlas en la boca entre la mejilla y los dientes sin masticar – se transforma en un alimento, en un tónico revitalizante, que combate el cansancio, el frío y el hambre.

Sin duda, el mundo occidental difiere abiertamente del consumo de la hoja de coca y se ha transformado en un problema para la forma de vida moderna. Y, la primera razón de este rechazo es la gran confusión que causa la palabra, pues la coca se confunde con cocaína, concepto que ha provocado la reglamentación de los cultivos, la han considerado una droga y la han hecho caer en decadencia. La segunda oposición a ésta, es que se desconoce su verdadera utilidad y su uso tradicional.

Es importante entender la diferencia entre coca y cocaína. La coca, cuyo uso doméstico data de unos cuatro a seis mil años, es la hoja sagrada del pueblo andino. La cocaína, por su parte, es una invención europea de hace 140 años. Se necesitan 41 productos químicos para poder extraer la cocaína de la hoja de coca y se requieren 110 kilos de hojas para producir 600 gramos de cocaína pura. La coca contiene 14 alcaloides estimulantes, siendo el principal la cocaína, pese a su ínfima proporción. Según estudios científicos, la hoja andina contiene menos de un 0.08 por ciento de cocaína pura, que entra en su forma activa por la acción alcalina de la saliva al ser masticada.

El año 1858 fue decisivo en el destino que tendría el arbusto: Niemann y Walter aíslan la cocaína descubriendo sus propiedades. En un principio, fue utilizada como analgésico, pero dado su estrecho margen riesgo – beneficio, fue sustituida por nuevos analgésicos de menor riesgo. Posteriormente, fue descubierta por el mercado de la droga.

Sin embargo, la cocaína y el resto de los alcaloides no son lo único que contienen las fibras de la hoja. En 1977 Timothy Plowmann, investigador de la Universidad de Harvard, demostró que 100 gramos de coca proporcionan 305 calorías, 19 gr. de proteínas, 5 gr. de grasas, 46 gr. de hidratos de carbono, 1,5 gr. de calcio, 1,4 gr. de vitamina C y 11.000 UI de vitamina A.

Don Pedro Vásquez, originario de Socoroma, no conoce esta información científica. Los incas y aymara tampoco manejaban las cifras con exactitud, pero sin duda, su vasto conocimiento hizo de este vegetal su medicina y alimento.

La hoja sagrada

Koka Kintu, como le llaman en los Andes, es un aliado del hombre andino. Para este pueblo, la coca es un regalo del Inti o del dios – sol. Allí nace su valor mágico que en rituales puede aconsejar, entregar visiones o conocimientos especiales.

Además, la hoja es una ofrenda que se deposita en lugares específicos y que es utilizada en muchas ceremonias, para recibir protección y propiciar las buenas cosechas.

Por otro lado, la coca constituye fundamentalmente un medio de cohesión social en el mundo andino. En celebraciones como nacimientos, matrimonios o funerales donde se reúne la comunidad no puede faltar la coca, sin ella es difícil crear relaciones sociales.

Otro uso tradicional es en la medicina, entre los muchos males que la coca cura o alivia se destaca la disentería, úlceras, malestar estomacal, luxaciones, edema o hinchazón, el resfriado y el sorojchi o mal de altura.

Hoy en día millones de andinos acullican coca o toman mate de coca. Los campesinos, trabajadores y estudiantes de los Andes la emplean para resguardarse del sueño, hambre y sed, tal como en otras culturas se usa el café como un estimulante suave.

Proporciona energía en el trabajo y, por lo tanto, es imprescindible en regiones donde existen pocas opciones alimentarias. Actualmente, la carencia de la hoja significaría en algunas regiones la inmediata elevación de los índices de desnutrición.

La coca no se consume sola sino que se acompaña de la llujt’a, que es un alcalino de suma importancia en el acto de acullicar. Ningún minero u obrero acullica sin la aplicación de la llujt’a, posiblemente por algún efecto secundario de la coca sola a largo plazo.

La llujt’a está constituida de diferentes materias primas. En el altiplano, generalmente, se prepara de la ceniza de los tallos de quinua, algunas veces se mezcla con un poco de azúcar, agua o alcohol; otras, con papa cocida. Ésta, luego de amasarla bien, se seca al sol hasta que se vuelva tan sólida como una piedra.

La coca en el Tawantinsuyu

Los aportes de etnohistoriadores y antropólogos que se han basado en las crónicas españolas, así como de arqueólogos plantean que la hoja de coca tuvo un gran significado para los pueblos andinos preincaicos. Por ejemplo, en el norte del Perú, se han encontrado vasijas de la cultura mochica (500 años después de Cristo), en las que aparecen figuras de posibles shamanes con la mejilla dilatada por el acullico.

Se ha escrito que los ayllus aymara – organización socioeconómica – del Lago Titicaca tenían cocales en los Yungas del actual departamento de La Paz. Otros cronistas cuentan que los incas obsequiaban coca a las autoridades étnicas que llegaban al Cuzco, como parte de la reciprocidad entre el Estado y los grupos dominados. Además, que junto a otros productos, esta hoja era almacenada en depósitos provinciales para ser utilizada en tiempos de guerra y era distribuida entre los indígenas en tiempos de paz, para aliviar las necesidades de la población en caso de escasez de alimentos.

Se sabe que los incas contaron con zonas dedicadas al cultivo de la coca que estaban bajo su control y parece ser que la coca cumplió la función de valor de cambio en ausencia de una moneda.

Por otra parte, la coca tuvo también en el incario, como en épocas anteriores, una función mágico – religiosa fundamental. Los adivinos mascaban hojas de coca y escupían el jugo en la palma de la mano con los dedos extendidos para pronosticar buenos o malos augurios.

En realidad, el propio mito fundador del imperio tuvo relación con la coca. Garcilaso de la Vega, al relatar la leyenda de los hijos del sol que fundaron el imperio, señaló que éstos habían ofrendado hojas de coca y enseñado al pueblo que éstas podían ser utilizadas para matar el hambre, eliminar el cansancio y permitir que el desdichado olvidara sus desgracias.

La coca durante la Colonia

Desde las primeras penetraciones de los españoles a la zona del Tawantinsuyu, éstos se enteraron de la existencia de cultivos de coca y, desde muy temprano, comenzaron a averiguar sus características y usos.

Muy pronto se abrió un debate sobre si permitiría el cultivo y el consumo. El grupo ligado al clero consideró que debía prohibirse por ser considerada la «hoja del diablo», en relación a sus prácticas mágico – religiosas que la doctrina de extirpación de idolatrías quería hacer desaparecer.

Pero esta posición perdió vigencia al constatarse que la coca podía ser utilizada en sustitución del alimento por su alto valor nutritivo y, por lo tanto, ser entregada a la fuerza de trabajo sometida en las minas y en el campo. Por otra parte, los españoles, ávidos de riquezas, percibieron que su cultivo y comercialización podían convertirse en otras fuentes de obtención de riqueza.

Una vez descubierto el Cerro Rico de Potosí, cuya explotación se inició masivamente en la segunda mitad del siglo XVI, la mano de obra que se reclutó forzosamente se convirtió en una importantísima consumidora de coca, junto a la de otros centros mineros como Porco, Oruro, Chichas y Lípez.

A partir de ese momento, el cultivo y el consumo de la coca vivieron un importante y acelerado proceso de expansión. Por ejemplo, el cronista español Polo de Ondegardo sostuvo que en 1571 había 50 veces más plantaciones de coca que cuando los incas regían el Perú.

También se dice que el aumento en el cultivo y consumo de la coca estuvo relacionado con la invasión europea, pues había producido una grave crisis de alimentos, causando privaciones nutricionales en la población indígena, la que recurrió a la coca para paliar esas deficiencias.

En todo caso, a principios del siglo XVII, la coca se consolidó como un producto de gran difusión en el mercado colonial y su cultivo y comercialización involucraron a distintos grupos de la sociedad virreinal. Asimismo, el estado la había incluido como un producto importante en el pago del tributo. En ese tiempo, el Cuzco fue la primera zona productora de coca en el territorio bajo jurisdicción del Virreinato de Lima.

La coca fue utilizada también como valor de cambio y con ella se podía obtener ganado y otros productos altamente valorados. Muchos indígenas se convirtieron en comerciantes de coca, llamados «cocanis», que la trasladaban en burros o en sus espaldas desde los Yungas de La Paz hasta Potosí.

A fines del siglo XVIII, a los consumidores indígenas se añadieron los españoles y criollos que la utilizaban en mate para curar resfríos, dolores de muelas, heridas, fracturas de huesos y otros. Además, la coca significó un suculento ingreso en alcabalas, diezmos, primicias y veintenas para el Estado. En efecto, el impuesto a la coca fue siempre un rubro vital para la aduana de La Paz y su principal recurso económico.

Pero las sublevaciones indígenas primero, y la Guerra de la Independencia después, provocaron la pérdida de miles de hectáreas de coca, sobreviniendo un período de crisis. Sin embargo, muy pronto la coca volvió a tomar el lugar principal en los ingresos locales de La Paz, y a lo largo del siglo XIX, ningún otro producto la aventajó.

Sin embargo, el año 1858 marcó un hito fundamental en el futuro de la coca: se descubrió su contenido en cocaína, lo que provocó que en el siglo XX se reglamentara su cultivo, pues gran parte de ésta iba destinado al mercado del narcotráfico.

En 1949 la coca fue considerada nociva por una comisión investigadora de la Organización de las Naciones Unidas (ONU). Años más tarde, en 1961, en la Convención sobre Narcóticos, bajo una fuerte presión de los Estados Unidos, la ONU oficialmente asumió la postura que masticar coca era una forma de drogadicción, a pesar que no hay evidencia de condiciones adictivas en la coca.

En Chile, la hoja de coca está prohibida pues existe un profundo desconocimiento de la diferencia entre su uso tradicional y el consumo de cocaína. “La hoja de coca no es culpable de la drogadicción así como la uva no es culpable del alcoholismo”, sostienen diversas organizaciones indígenas.

Don Pedro, seguramente, no conoce a cabalidad la historia de aquellas pequeñas hojas que todos los días permanecen en su bolsillo, lo tienen sin cuidado las restricciones de la ONU y ni siquiera sabe de la prohibición chilena. Por ahora, continuará usando la coca en las fiestas, ceremonias y rituales celebradas en su pueblo, la utilizará para palear el frío y el hambre y seguirá siendo su mejor aliado en el trabajo.

Planta y usos

Tradicionalmente la planta de coca se ha cultivado en los valles al este de la cordillera oriental de los Andes, concretamente en la franja que se extiende entre las ciudades de La Paz (Bolivia) y el Cuzco (Perú).

La coca (Erythroxylon coca), es una planta herbácea y perenne. Se cosechan sus hojas, mientras que en otros casos se sacan sus frutos y las flores. La coca permite obtener de tres a cuatro cosechas anuales durante 30 a 40 años.

La hoja ha sido industrializada en más de 30 productos distintos, como champú, crema dental, productos farmacéuticos y una gran variedad de medicinas, sin embargo, a causa de la criminalización de la coca, se prohibe su exportación. Irónicamente, la única importadora legal de la coca a los Estados Unidos es la Compañía Stephan, que importa anualmente unos 175 mil kilos de hojas para fabricar una anestesia de cocaína y para darle sabor a la Coca Cola.

Numerosas cooperativas campesinas de los Andes estudian en este momento alguna fórmula para derivar la producción de hoja de coca hacia otros empleos que no sean la fabricación de cocaína, pero tropiezan con el hecho de que todos estos derivados son ilegales fuera de Bolivia y Perú.

Paulina Arce es periodista y editora de la revista Identid y colaboradora de Ser Indígena.

Copyright:revista.serindigena.cl

Las Peñas: antiguo lugar de culto indígena

Publicado en Actualidad el 01/01/2006 por admin

Santuario Virgen de Las peñasDos veces al año, muchos habitantes del norte grande emprenden una larga caminata para llegar al santuario de Las Peñas, antiguo lugar de culto indígena. La festividad dura cuatro días con música y baile, sin embargo, la mayoría de la gente va y viene de inmediato haciendo de la peregrinación un símbolo de entrega.

El primer domingo de octubre y el 8 de diciembre, los habitantes de Arica y de otras localidades cercanas se disponen a comenzar una peregrinación hacia el santuario de la Virgen del Rosario de Las Peñas en la quebrada de Livílcar, que se encuentra a unos 95 kilómetros de Arica, a 1.200 metro de altura.

El equipo de Identidad quiso vivir esta experiencia y nos fuimos en octubre de 2003 hasta las tierras ariqueñas. En la ciudad tomamos un colectivo que nos llevó por la carretera que se interna por el valle de Azapa, hasta el sector de Chamarcusiña, donde se extiende un extenso paradero vehicular. Desde ahí, comenzamos un increíble tránsito de unos 20 kilómetros hacia la cordillera.

Iniciamos la caminata alrededor de las tres de la tarde, acompañados por un intenso sol y cruzando improvisados puentes de madera para cruzar el río San José. Cargando nuestras mochilas, nos fuimos adentrando en el corazón de las montañas, avanzando por los mismos senderos por donde pasaron miles de caminantes desde tiempos inmemoriales. Íbamos admirando los acantilados, mientras los más jóvenes nos adelantaban y los más ancianos descansaban cada cierto tramo.

A poco andar cruzamos las pampas Oxavia y Coyote, áridos terrenos que los viajeros expertos evitan a las horas de más calor. Por fortuna, cada cierta distancia habían tambos, improvisadas carpas a orillas del camino donde vendían agua, bebidas y naranjas.

En la ruta pasamos por varios apachetas, apilamientos de piedras dejados por los caminantes en las bajadas de las quebradas para pedir protección. Siguiendo esta ancestral costumbre indígena, cada uno de nosotros aportó con su piedra para que los guardianes invisibles de esos lugares continuaran en paz. En tanto, pedimos permiso y resguardo a los cerros con hojas de coca y cocoroco (alcohol de caña).

A las seis de la tarde no aparecía el santuario por ningún lado y las tres horas de caminata ya se hacían sentir. La ansiedad de la llegada era interrumpida una y otra vez por una nueva quebrada, un puente o una subida. Atrás habían quedado las pampas y ya estábamos en un lugar verde, lleno de cultivos, donde el aire era refrescante y revitalizador, mientras el sol iba escondiéndose con rapidez detrás de las montañas.

La gente del norte ha asistido a la fiesta durante toda su vida, por lo que el sendero lo llevan en la memoria y, para evitar el calor, emprenden el rumbo en la noche o en la madrugada, conformando una interminable romería de linternas.

Durante los días de fiesta, los más de 50 mil peregrinos van y vienen a toda hora, como hormigas, entre el santuario y Arica.

Ya a las siete de la tarde el sol había desaparecido por completo y, para llegar íntegros al santuario, nos acoplamos a una familia ariqueña. Por suerte esa noche apareció la luna, que iluminó nuestros últimos pasos. En el tramo final, escuchamos los primeros sones de las bandas, sin embargo aún faltaba camino, pues eran las quebradas las que nos traían el eco de la música.

La historia de Arica y la del santuario no podría ser contada sin mencionar a los arrieros, quienes nacieron para unir Azapa, Lluta, la costa, la sierra y el altiplano. Ellos prestan sus servicios durante la fiesta para los peregrinos, pues la gente de más edad se va en mula hasta la quebrada. Los comerciantes y bailarines llevan sus enseres gracias a este servicio de carga, ya que los mulares conocen bien el camino de ida y de vuelta, aunque no están exentos de pérdidas y accidentes.

Pasado indígena

La peregrinación hacia Livílcar tiene otros componentes que van más allá de la fe católica, porque en ese lugar hay una fuerza especial y mágica. A nuestro paso nos íbamos dando cuenta del espíritu que vislumbró la cultura andina en los cerros y entendimos por qué decidieron asentarse en esa ruta y, a la vez, tener un lugar de culto y peregrinación para escuchar a sus dioses ancestrales.

El paso del inca aprovechó todos los pisos ecológicos de la región y se instaló en las quebradas de Azapa y Livílcar, presencia que deja clara la relación del pueblo andino con el sitio donde posteriormente se instalaron los españoles, con la leyenda que creó la Iglesia Católica y con el santuario. En la actualidad, las reminiscencias prehispánicas aparecen con sutileza durante la festividad, en los bailarines, en la música, y en tantos otros detalles, dando cuenta que ese mundo aún existe en la religiosidad popular.

Después de más de cuatro horas de caminata, alrededor de las ocho de la noche, llegamos a Las Peñas. Lo primero que hicimos fue ir a ver a la virgen que es una imagen de yeso que está enclavada en el cerro y protegida por el templo. Allí, cientos de personas, cansadas y sudorosas, esperan su turno para saludarla.

El sitio donde está el santuario corresponde a una terraza de unos 160 metros de largo y de 28 metros de ancho. El río San José pasa por el medio de esta terraza y es protegida por acantilados que alcanzan los 250 metros de altura.

Durante el año nadie vive ahí y las pocas casas de adobe, que se llenan durante la fiesta, lucen semidestruidas. En una de éstas pedimos alojamiento y, por una pequeña colaboración, nos ofrecieron un colchón empolvado para comenzar nuestra estadía en Las Peñas. Al día siguiente encontramos un sitio a un costado del riachuelo donde armamos un improvisado campamento para los días siguientes.

Si bien a la festividad asisten unas 20 sociedades de bailes religiosos, es la peregrinación lo que le da sentido, pues la mayoría de la gente va y vuelve de inmediato haciendo un gran esfuerzo de entrega.

En general, los antiguos lugares andinos de culto indígena, a los cuales se accedía por una peregrinación, eran centros para agradecer y buscar protección. Nosotros nos sumamos a estas intenciones ancestrales y, en ese sitio, nos empapamos del paisaje, del río, de los cerros, de la música y de la gente.

De vuelta emprendimos el camino a las seis de la mañana junto a muchos otros peregrinos. Hicimos una parada en el tambo de Humagata para tomar desayuno con pan amasado recién salido del horno de barro, para luego continuar camino entre los cerros.

A pesar de las incomodidades y de los sacrificios, veníamos livianos, llenos de energía y agradecidos por haber participado en el encuentro con el espíritu de esta celebración.

Fuente: Más allá del río (Santuario de la Virgen del Rosario de Las Peñas de Livílcar), Erie Vásquez Benitt, 1990.

Colaboración de Revista Identidad

Copyright:revista.serindigena.cl

El Corredor de los Niños del Sur

Publicado en Actualidad el 01/01/2006 por admin

Carita de campo. Neuquén - Argentina www.interpatagonia.cl/ fotosalazar.htmlEn plenas Fiestas Patrias, Curacautín se llenó de niños argentinos. Sesenta para ser más exactos, y sus quince profesores. Venían de Las Lajas y Zapala, en la provincia de Neuquén, Argentina. Este encuentro sin precedentes se realiza desde 1999 y consiste en un intercambio escolar de alumnos de séptimo año de Curacautín, Lautaro y Padre las Casas con sus pares trasandinos: El Corredor de los Niños.

Un ejemplo de relaciones entre países hermanos, único en América Latina, materializado por ciudadanos sencillos y desinteresados, que aman lo que hacen, que creen profundamente en la amistad y están orgullosos de ser sureños.

Rigoberto Sáez, profesor y coordinador de Programas Comunales, es un hombre apasionado y con emoción nos relata este proyecto: “nuestro objetivo es que este corredor sea un espacio para el intercambio cultural y social, un espacio para el conocimiento, y de manera muy especial, un espacio para el reencuentro en valores profundos de solidaridad, hermandad y respeto al medio ambiente.”

Hace cincuenta años, su padre Sinforiano Saez, viajó a Zapala junto a la delegación de Deportes Curacautín. Nunca antes ni él ni sus compañeros habían cruzado la cordillera y este viaje los marcó para siempre. Sinforiano se enamoró no de Zapala ni de Curacautín, sino de lo que ambos eran juntos.

En 1969, es el hijo, Rigoberto, quién repite la experiencia. Aperado con cinco cajas de pisco para costear sus gastos, llegó a Neuquén junto a sus compañeros de equipo. Por supuesto, el negocio de los piscos nunca fructificó. Entre truco, fútbol, asados, mates, empanadas, vino y folclore, las botellas se fueron en medio de la complicidad de una amistad incipiente.

Fue esta amistad la que permitió el primer encuentro en el año 1999, cuando la directora de la escuela 170 Bartolomé Mitre, de Las Lajas, Maria Noly Kruusse y el subdirector, Santiago Hadad, se lo propusieron a Rigoberto. ¿Cuál era el propósito original? Juntar escuelas fronterizas para unas olimpiadas de matemáticas en las aduanas.

Las tareas que los niños realizan en cada encuentro, además de la convivencia, son las manualidades con deshechos, bailes tradicionales y de entretenimiento, investigación, conocimiento y contacto con el medio ambiente.

Los alumnos son elegidos con diferentes criterios, se privilegia a los niños de escasos recursos porque son los que tienen menos posibilidades de hacer un viaje de este tipo. También se toman en cuenta las notas y la buena conducta. Los participantes se van rotando para que cada vez más niños tengan la oportunidad de asistir.

A pesar de no tener presupuesto, este proyecto lleva ya seis años. En el último encuentro, al cuál asistió el ministro de educación de Chile, Sergio Bitar, éste se comprometió a gestionar fondos para alivianar el esfuerzo de profesores, padres y apoderados.

Sin embargo son estas mismas dificultades económicas las que hacen más sabrosas las anécdotas, que enriquecen los matecitos de la tarde y las añoranzas del recuerdo. Por ejemplo, a principios de este año, sin un peso en el bolsillo, los profesores decidieron costear sus gastos comprando una vaquilla para alimentar a los invitados, pero el encuentro se suspendió. Y la suerte les sonrió: la vaquilla venía preñada y hoy tienen una vaca y dos terneritos.

Este corredor podría ser a futuro una señal moderna de relaciones entre países que comparten un tronco común, una misma lengua y un origen latinoamericano por sobre todas las cosas. Según las propias palabras de los profesores argentinos, “a través del corredor, los niños han fortalecido su espíritu, se han profundizado metodologías, se ha fortalecido una comunicación entre pueblos y se ha incentivado la participación ciudadana.”

Demás está decir que los niños son los más felices con estas experiencias. Además de pasarlo muy bien, han tenido un aprendizaje de vida que jamás olvidarán, y sin dudas influirá en sus vidas como ningún otro aprendizaje.

El próximo encuentro será el 11, 12 y 13 de Noviembre en Las Lajas, Argentina con la delegación chilena que ya está preparando su participación.

PARTICIPANTES

En el Corredor de los Niños participan las escuelas Bartolomé Mitre N° 170, Las Lajitas N° 279, Los Alazanes N° 221, Capaho, Las lajas N° 10, Villa del Agrio N° 171, Las Chorriacas N° 132, y Quili Malal N° 14, todas ellas de las comuna de las Lajas y Zapala, Argentina. Y niños de las escuelas Luis Cruz Martínez N° 233, Reducción Collico N°241, Alejo Tascón N ° 247, José Chaín, La Tepa, Osvaldo Fuentes N° 252, Patricio Chávez N° 254, Republica de México N° 258, Ramón Ramírez N° 260, Liceo Las Araucarias, Esc. Particular San Andrés, Santa Elena, de la Comuna de Curacautín. La Escuela Corazón de Jesús, de la comuna de Lautaro y la Escuela Particular N°1 de Padre Las Casas, todas de la Región de la Araucanía de Chile.

ACTIVIDADES REALIZADAS

Las actividades realizadas a la fecha se resumen en los siguientes encuentros:

– 8 de octubre de 1999, I encuentro en Curacautín con docentes e intendentes de ambas localidades. Se formalizan los objetivos planteados.

– 25 de octubre de 1999 II encuentro en las Lajas, participan alumnos y docentes.

– 12 y 13 de noviembre de 1999 III encuentro docente y de alumnos en Las Lajas

– 10, 11, 12 de marzo del 2000 IV encuentro de docentes y alumnos en Curacautín.

– 5, 6, y 7 de mayo de 2000 V encuentro en Las lajas, Docentes y alumnos. Se prepara el cancionero del corredor de los niños.

– 9, 10 y 11 de junio del 2000 VI encuentro en Curacautín y Malalcahuello

– 1, 2, 3 y 4 de septiembre del 2000, presentación del corredor de los niños en el concurso nacional infantil de folclore chileno en la ciudad de Loncoche, acompañados por alumnos de Las Lajas

– 10, 11, 12, 13, 14 de noviembre del 2000 VII encuentro en Las Lajas, se presenta oficialmente la canción binacional “El Encuentro”, himno del grupo de autoría de docentes chilenos y argentinos, letra y música respectivamente. Se realiza el 1° parlamento infantil del Corredor de los Niños.

– Así se ha continuado hasta la fecha en que se acaba de realizar en Curacautín el XXIV encuentro binacional, Corredor de los Niños, Curacautín, Chile, Las lajas, Argentina.

Copyright:revista.serindigena.cl

El Plato de la Protesta

Publicado en Costumbres, Gastronomía el 01/01/2006 por admin

Plantación de Trigo “Cuando llegaron los españoles al Perú se sorprendieron ante la variedad de las danzas y de los bailes nativos. La nobleza imperial, y el pueblo, tenían en la danza la oportunidad suprema de expresar su máxima capacidad artística, su emoción y su fervor por la belleza universal. La danza, generalmente la mítica, era la ofrenda apasionada y la más noble que los príncipes y el pueblo podían hacer a sus Dioses; pero también era el medio más directo y expresivo de interpretar la creación artística.

La Colonia no pudo extinguir la maravillosa vocación artística del indio, a pesar de los medios brutales con que persiguió todas las manifestaciones del arte popular; al contrario, la influencia del mundo español no hizo sino exacerbar esta vocación artística y multiplicar los medios de expresión que el indio tuvo durante el imperio. Así, y no en mucho tiempo, el indio logró una victoria total y sorprendente contra sus persecutores implacables: llegaron a ser los más grandes artistas de la Colonia y la danza teatralizada también se incremento en cierto sentido; la multitud de causas por lo que el pueblo sufría en la esclavitud, su rabia y desesperación, le inspiraron decenas de danzas con las que pudo vengarse, con las que pudo escarnecer a sus opresores y ponerlos ante la mofa de todo el mundo.”…..Jose Maria Arguedas.

A partir del año 1564, las muestras de descontento por los múltiples abusos que los colonizadores infringían al indio, se hizo evidente, tomó fuerza en los andes del Perú, más precisamente en las zonas de Huamanga, Huarochiri, Huancavelica etc.

Una serie de movimientos, sobre todo de carácter religioso y mesiánicos, cuya prédica anunciaba el retorno de las HUACAS o como le denominaban los españoles: sus dioses, los naturales. Éstos regresarían para presentar una batalla a los Dioses impuestos, los vencerían y arrojarían al mar a los españoles y a su Dios (el cronista Cristóbal de Molina lo cita en uno de sus relatos). Se trataban de movimientos que, algunos de los cuales, recibieron el nombre de “Taki Oncoy” que traducido es “La enfermedad del baile”.

La empresa de evangelización que emprendieron los españoles y en especial los curas de las diferentes órdenes religiosas, era tan grande que tuvieron que adquirir destreza para componer catecismos, bibliografía y diccionarios para facilitar la cristianización de los andinos. En cumplimiento de la disposición del Concilio de Trento, en 1584 la imprenta de Antonio Ricardo imprimió el Documento “Doctrina Cristiana y catecismo para instrucción de indios”.

Manuel Moncloa y Cobarrubias, en su Diccionario Teatral del Perú, en 1905, nos da pistas sobre el tipo de teatro que emplearon los curas catequizadores en la época de la Colonia.

Los más conocidos eran los de la orden de San Jerónimo, que, en su afán de vencer las dificultades del idioma, emplearon representaciones escénicas de carácter devociónal y evangelizador. Estas formas teatrales ilustraban pasajes bíblicos y conceptos teológicos que era difícil de explicar y traducir a las lenguas quechuas o aymaras.

Una de las representaciones más comentadas y utilizadas para tal fin fue del cura Jerónimo Diego de Ocaña, llamada “Santo Coloquio”, y que los indios la renombraban “KHUSKA PAUCAR” cuya traducción es volar o caminar parejo o caminar juntos. Esta teatralización corresponde a la batalla del Arcángel Gabriel y el Ángel Luzbel o Diablo. La representación estaba cargo de dos personajes, un español casi siempre un clérigo que personificaba al Ángel Gabriel, y el que hacia de Ángel Luzbel o diablo, quien era siempre un indio. La acción se trataba de que el ángel Gabriel, mediante un diálogo, planteaba las razones para que el indio abjurara de sus padres tutelares o huacas y se convirtiera en cristiano. Así en las primeras presentaciones, era un simple monologo y el indio vestido de diablo solo atinaba a escuchar y defenderse tímidamente del ataque del español vestido de ángel. Se estima que algunas veces el enfrentamiento terminaba con la muerte del indio.

Con la repetición frecuente de estos pasajes bíblicos teatralizados, los indios empezaron poco a poco a responder al dialogo que se le presentara, cada vez sus respuestas ponían en jaque a los que oficiaban de ángel Gabriel y, como no tenían respuesta a los diálogos e interrogantes del indio vestido de diablo, el público, en su gran mayoría indios, mostraba su adhesión al “Diablo” y muchas veces la mofa se volvía hacia quien personificaba el papel de “Ángel Gabriel”.

Aquí algunos diálogos recogidos por R.P Honorio de Matos y Fray Florencio de Abaxo, quien fuera Secretario general de Indias:

“Tienen Uds. muchos templos oscuros y adornados sus altares con mi oro, las paredes están llenas de imágenes torturadas y escenas de dolor, y tu Dios es un muerto ajusticiado pero que lo hacen resucitar nuevamente con extraños ritos»

“Mi Padre, el Sol, es alegría, me da vida y mi madre Tierra me entrega los alimentos. Cuando comienza el día los pájaros cantan su llegada, cuando La Pacha Mama me entrega sus frutos, canto y lloro de alegría. Acaso tú puedes decir lo mismo, porque tomas lo que no es tuyo”.

“La ley de tu Dios dice que no matarás, que haces entonces matando a mis hermanos. Somos iguales dice tu Dios, pero me maltratas y explotas, te pago impuesto y ¿qué me das?”

Una de las respuestas me llamó severamente la atención y recordé que es un plato que sólo lo comen los indios, la respuesta es como sigue:

“Tu trajiste ajos, cuchis (tradúzcase como chanchos o cerdos) y lo mas valioso es tu trigo. Frente a eso solo te mostrare mi atagito, ese yuyo es mas valioso que tu trigo”

¿Que es al atagito?: Es una hierba de la familia de los amarantos, en la escala gastronómica de los incas estaba en los últimos lugares, no por su valoración nutricional, sino que como crece sin sembrarse o como lo llamamos “hierva mala”. A esta hierba se referían los indios en su dialogo.

Según Roger Bendezu Neyra, en su obra Puquio La Fiesta del Agua, los indios en 1600 y a raíz de una serie de fiestas donde generalmente se mofaban de los españoles, solían comer una especie de locro de atago y en el mismo plato estaba el trigo y decían que ambos eran iguales. Esta preparación fue prohibida y pasó a ser un plato que, a manera de protesta, los indios suelen comer en fiestas y que, en dicha oportunidad, lo hacían hasta a escondidas.

En la actualidad todavía podemos apreciar que se expende en forma muy humilde y, como entonces, casi a escondidas, tanto la venta como su consumo. Solo hay que recordar lo que escribió Bendezu en la obra citada

“Por causa de los rebeldes, celarán los corregidores que no se represente en ningún pueblo de sus respectivas provincias comedias u otra forma de funciones públicas de los que suelen usar los indios para memoria de hechos antiguos”.

“Por causa de los rebeldes mandase a los naturales que sigan los trajes que les señala las leyes, se vistan de nuestras costumbres españolas, que coman nuestras comidas y hablen la lengua castellana bajo las penas mas rigurosas y justas contra los desobedientes”

Desde ese tiempo se viene consumiendo en las poblaciones más humildes del Perú, este plato, “TRIGO CON ATAGO”, y que en muchos lugares lo llaman “YUYO CON ATAGO”; combinado que nace como una forma de protestar por la imposición de nuevos dioses y alimentos. Esta preparación muestra el orgullo que tenían los indios de sus alimentos y la comparación que hicieron ante los que llegaron del viejo mundo.

BIBLIOGRAFÍA
História de las Misiones Franciscanas en el Perú :Fray Bernandino Izaguirre (1619-1921)
Relación de la ciudad del Cuzco: Vasco de Contreras Valverde
Literatura Incásica: Justo Apu Sahuaraura
Las Armas y las letras: Raquel Chang Rodríguez
Roger Bendezu Neyra-Puquio y la fiesta del agua

Ley Lafkenche: Espacio Costero Marítimo Originario

Publicado en Derechos el 01/01/2006 por admin

RukaLos diputados aprobaron por abrumadora mayoría este proyecto de ley que fue enviado a segundo trámite al Senado. La decisión fue calurosamente celebrada por comunidades Mapuche Lafkenche presentes en las tribunas del hemiciclo.

El texto, originado en el gobierno, crea el espacio costero marítimo de los pueblos originarios, que se otorgará en base al uso consuetudinario de la costa y de la labor que se pretenda realizar en la zona.

Reconocimiento milenario

El proyecto, aprobado en la Sala con 83 votos a favor y 1 en contra, busca reconocer el uso que dan al borde costero los mapuches lafkenches, que han habitado esa zona de la VIII, IX y X regiones desde hace muchos siglos, sin que el ordenamiento jurídico actual los considere.

De esta forma, se crea el espacio costero marino de pueblos originarios, que buscará resguardar el uso consuetudinario, para mantener las tradiciones y el uso de los recursos naturales por parte de las comunidades vinculadas al borde costero.

Este espacio será entregado en destinación por la Subsecretaría de Marina a la de Pesca, la que suscribirá el respectivo convenio de uso con la asociación de comunidades a la que se le asigne.

Se entregará a comunidades indígenas

Mediante una indicación aprobada en la Sala, se estableció que la delimitación de este espacio corresponderá, por una parte, al uso consuetudinario que se invoque para solicitar su declaración, y, por otra, al uso que se pretende dar a dicho espacio por parte de la asociación de comunidades, eliminándose de la ley la extensión que tendrá esta zona.

La administración del espacio deberá asegurar la conservación de los recursos naturales comprendidos en él, y propender al bienestar de las comunidades conforme al plan de administración que presente la asociación de comunidades.

Precisamente, el texto indica que la administración de este espacio se entregará a una asociación de comunidades indígenas que invocan el uso consuetudinario, y excepcionalmente, a una comunidad indígena, si sólo ella ha ejercido este tipo de uso.

Uso consuetudinario

Por uso de consuetudinario de este espacio, se entenderán las prácticas o conductas realizadas por la generalidad de los integrantes de la asociación de comunidades o comunidad, de manera habitual y que sean reconocidas colectivamente como manifestaciones de su cultura. Este uso consuetudinario comprenderá, entre otros los usos pesqueros, religiosos, recreativos y medicinales.

La Subsecretaría de Pesca llevará adelante el proceso de declaración y entrega del espacio costero, previa solicitud de la asociación de comunidades interesada. Un informe de la Conadi establecerá el uso consuetudinario. También se prevé una consulta a otras comunidades indígenas próximas al espacio solicitado y un pronunciamiento de a Comisión Regional de uso del borde costero.

Expediente irá al ministerio de Defensa

Posteriormente, la Subsecretaría de Pesca presentará el expediente a la Subsecretaría de Marina del Ministerio de Defensa, que deberá declarar el espacio costero marino de pueblos originarios y entregarlo en destinación a la Subsecretaría de Pesca, para que ésta, a su vez, y previa aprobación del plan de administración por una comisión intersectorial, lo entregue en administración mediante un convenio de uso a la asociación de comunidades asignataria.

Mediante otra indicación aprobada por los diputados, se determinó que la destinación de este espacio no causará gasto alguno para su entrega.

En caso que la asociación de comunidades o la comunidad indígena se disuelva, se prevé el término del espacio costero marino de pueblos originarios que se haya declarado y entregado. Asimismo, se sanciona con el término del espacio costero marino de pueblos originarios el incumplimiento del plan de manejo que haya afectado gravemente la conservación de los recursos hidrobiológicos.

Conflictos de uso

En materia de conflictos de uso, se establece la autonomía del titular para resolver los que surjan entre sus miembros entregando al plan de administración la solución de aquellos que se originen con usuarios externos y a la autoridad competente conforme al reglamento en los demás casos.

También se crean infracciones para el titular del espacio costero marino de pueblos originarios y para los usuarios que, sin ser parte del titular, estén contemplados como tales en el plan de administración.

El proyecto deja la especificación del procedimiento y del plan de administración a la dictación de un reglamento de los Ministerios de Planificación y de Economía.

Por último, se establecen las bases para el procedimiento de asignación de este espacio costero, el cual deberá ser complementado por su respectivo reglamento.

Fuente: http://www.mapuexpress.net/?act=news&id=543

Curanto, piedra calentada por el sol

Publicado en Gastronomía el 01/01/2006 por admin

CurantoEste plato caracteriza a la Isla Grande de Chiloé, territorio en el que habitó el pueblo chono. Actualmente, existen comunidades williches que mantienen sus tradiciones.

La palabra Curanto viene del mapudungun curantü, que significa «piedra calentada por el sol».

El curanto original debe prepararse en un hoyo, en contacto con la madre tierra, las piedras calientes, y las impermeables hojas de nalca, que permiten la cocción al vapor, sellando los ingredientes.

Receta

Ingredientes para 30 o más personas:

Mariscos:

1 saco de cholgas

1/2 saco de almejas o tacas

1/2 saco de choritos

Picorocos y navajuelas a gusto (optativo)

1 saco de papas

5 kilos de chancho ahumado

5 kilos de cordero

Pollo

Habas, hojas de repollo

Cebollas

4 kilos de longaniza

Milcaos*

Chapaleles*

Preparación:

Se hace un hoyo en la tierra de más o menos un metro o más de diámetro, con una profundidad de aproximadamente medio metro. En él se colocan leña y carbón y sobre éstas, piedras de tamaño regular. Se enciende el fuego para que las piedras calienten hasta ponerse casi al rojo, se retiran con cuidado la leña ya carbonizada y los residuos del carbón.

Ahora sobre las piedras calientes se pone una primera capa de tacas, luego las carnes (pollo, costillar de chancho ahumado), longanizas, papas, verduras, cebolla, puerro, y finalmente, los choritos, ya que se cuecen más rápido. Sobre esta capa se colocan hojas de repollo, y encima los chapaleles y milcaos, para que no se desarmen, y se cocinen al vapor.

Se tapa toda la preparación con hojas verdes de nalca, y sobre ellas se colocan pastelones de pasto, con la tierra hacia arriba y el pasto hacia abajo.

Se deja cocer al vapor por unos 45 minutos debe. Luego se destapa con cuidado, para que la tierra no se introduzca en la cocción.

El curanto puede servirse acompañado de un pebre bien preparado y condimentado que consiste en: sal, agua, cebollín, ají de color, cilantro, perejil y otros.

* Milcao: se prepara con papa rallada, formando panes con las manos. Agregar chicharrones a la mezcla.

* Chapalele: tiene la mitad de papa cruda, y la mitad de puré, formar panes con las manos.

Luces en la Infancia Andina

Publicado en Infancia el 01/01/2006 por admin

Guagua aymara en brazos de su madreLlevamos cinco semanas viviendo a 2000 metros de altura sobre el nivel del mar, en la comunidad de Guañacagua que significa “quebrada seca” en JAQI ARU “la lengua humana”, el idioma del pueblo aymara. Hasta donde hemos llegado para iniciar el proyecto sobre Infancia Andina, denominado NIÑEZ AYMARA: PARTICIPACIÓN CREATIVA E IDENTIDAD. Iniciativa regional de los países andinos, en los que participan Ecuador, Bolivia, Argentina, Perú y Chile. En nuestro país la ONG Ser Indígena es la entidad responsable y así es como hemos llegado hasta Guañacagua, comuna de Camarones, que es nuestra entusiasta contraparte local.

La localidad de Guañacagua, con su escuela y su jardín étnico Membrillito, se encuentran en el valle de Codpa, en la provincia de Parinacota, extremo norte de Chile. Esta aldea se compone de una pequeña plaza, seis callecitas, una escuela unidocente, el jardín étnico, conformado por 12 párvulos. Diecinueve niños, cinco bolivianos, seis de segunda generación boliviana y dos de segunda generación peruana constituyen la comunidad escolar. Los párvulos provienen de Codpa, Guañacagua y sólo uno de Chitita, aún más lejos subiendo entre cerros.

Se destaca en este pequeño mundo «urbano», su iglesia y campanario de estilo barroco -construída a comienzos del 1600- elaborada con piedras ensambladas, y revestida de adobe emblanquecido, tal como ancestralmente los aymara construían sus UTAS (casas).

Existe también un cementerio, una cancha de baby football, el motor a petróleo que permite que tengamos luz todos los días de siete de la tarde a nueve de la noche, gracias a la puntualidad y fidelidad de Don Samuel. Importante son los cerros que nos rodean, el río que riega las terrazas que forman las chacras de cultivos, cuya principal producción son las de frutas, tales como cítricos, guayabas, paltas, la uva (con la que hacen un vino dulce llamado Pintatani), membrillos, alcayotas, maíz, habas, locoto, caigua. Es poco lo que se cultiva en cuanto a hortalizas y verduras.

Socialmente la comunidad está organizada en una junta de vecinos, un centro de madres y el centro de adulto mayor que lleva por nombre Corazón de Oro, son los más activos y se hacen presentes con sus bailes originarios en actos e intercambios con otros centros de adultos mayor de las comunas vecinas.

Lana es oro

La lana es difícil de conseguir, ya que los marchantes (caravanas de llamas) no circulan desde hace ya tres décadas aproximadamente, por lo que debemos conseguirla por otros medios, lo que no es fácil.

Uno de los objetivos inmediatos es conseguir unos buenos kilos de lana de alpaca, en Tulapalca, ubicada hacia el interior. Para ello hay que coordinar una reunión en el centro de madres, sede que está sin uso desde el año pasado, y hacer una colecta para la compra del material. Elaborar los telares de estaca es fácil y nos hemos comprometido en buscar las varas.

Niños que Vuelan: talleres de expresión y creatividad

El taller de Dibujo, Pintura y Expresión Plástica Infantil, está enfocado hacia la comprensión y valorización de los niños en relación a su entorno, enfatizando el desarrollo de la autoestima (autorretrato de rostro, cuerpo y alma). Todo lo cual se realizará mediante un análisis creativo-observacional del mundo rural (las chacras y su básico sistema agropecuario), el mundo urbano (arquitectura de la aldea y como sienten la urbanización), y finalmente, el mundo espiritual y cosmovisión (expresión de sus sentimientos y emociones con respecto a su núcleo familiar y comunitario).

El Taller de Telar de distintos materiales, tiene como finalidad familiarizarlo y vincularlo en el aprendizaje escolar (tejidos de papel crepe y lana.) y destaco que la señora Lola Vicechoque, amablemente abrió uno de sus colchones para darme un poco de su lana, que es de alpaca cien por ciento, para hilar).

El objetivo es recrear textiles tradicionales y ejercitar la preparación de la lana, desde el vellón pasando por el hilado y teñidos. Para esto el papel crepe es de mucha ayuda, ya que reforzamos el tema del color y gracias a su docilidad, los niños pueden hacer lulos, simulando el hilado con una PUSCA (nosotros lo conocemos como huso) de cañita, aunque no es una idea original, algunos niños la reconocen inmediatamente cuando la aplicamos, jugando, en esta actividad.

También nos proponemos retomar y desarrollar el arte textil del AGUAYO, como prenda central de la estética y códigos de comunicación entre los integrantes de la comunidad, además de producir tejido de alta calidad para su comercialización.

Con respecto a los quince núcleos familiares, con los que convivimos a diario, es vital que enseñen a los niños del jardín infantil, elementos referenciales e íconos de la cultura aymara, tanto en la estética como en el contenido de sus representaciones. Como por ejemplo: sistemas de convivencia, actividades cotidianas, tradicionales y rituales; flora y fauna; artes y oficios (textilería, albaliñería, alfarería, lakitas); y rescate de la medicina ancestral (hierbas medicinales) estableciendo un paralelo entre las hierbas introducidas y sus propiedades curativas y las originales de esta tierra.

Así nos vamos integrando a las actividades de esta pequeña comunidad y contribuyendo a fortalecer sus prácticas ancestrales, ayudando a la tía Angelina Choquehuanca que está a cargo del Jardín Membrillito y trabaja con esmero en preparar a los niños andinos del sector, que bien podrán sentirse orgullosos de no haber perdido su cultura ancestral y para entonces podamos reconocernos como un país multicultural de verdad.

* Tania Muñoz es monitora local del Proyecto Infancia aymara e Identidad: participación creativa y miembro de la Comunidad Ser Indígena.

Aurora Caurapán

Publicado en Mujer el 01/01/2006 por admin

00000225 constrain 160x200No era extraño que Aurora hubiera ido olvidando, poco a poco, las palabras, ritos y costumbres ancestrales. Por lo demás, también sus padres prefirieron educarla integrándola a la cultura existente. Siempre se sintió ciudadana chilena, parte de los sueños comunes, protagonista de todas las esperanzas.
Además, llegó a Santiago a los dieciocho años, con la idea de que el mundo era fraternal y solidario, duplicó los valores paternos y los recuerdos solariegos, adquirió su fe cristiana como si fuera natural en su vida, como si hubiera sido el instante que le faltaba, el paso que no había dado, y se dedicó a ello con tanta fuerza y constancia que, muy pronto, su lenguaje era claro, directo, humano y soñador.

Insistió, con perseverancia, en luchar por su superación personal e hizo todo lo necesario y admisible. Así fue logrando breves y grandes metas. Alcanzó pequeñas victorias y algunas derrotas. Jamás perdió la confianza en sí misma, porque sus creencias la dotaron de capacidades que no todos los seres humanos poseen, con lo que sobrellevó los silencios, las respuestas oblicuas, la sorpresa que causaban sus apellidos, el distanciamiento de algunos, las negativas de saludo y las exclusiones de las reuniones, almuerzos o fiestas.

Estudió hasta llegar a la universidad por la necesidad de la supervivencia, pero también para lograr el lugar que cada uno desea lograr en una sociedad que no admite errores ni disculpas. Estudió para ella, para su familia con el afán de integrarse de la manera más inteligente y natural. Jamás lo hizo como un acto de venganza porque todos los que humillan y ofenden, que los hay y habrá siempre, ya estaban perdonados por ella.

Su estatura moral, sacrificada y constante, en los focolares, llamó la atención de su iglesia, a tal punto que recibió una recomendación cardenalicia importante de Monseñor Sodano, para obtener su primer trabajo en una de las más prestigiadas empresas chilenas, CMPC, llamada comúnmente como “la papelera” y comandada por apellidos muy ilustres e históricos como Alessandri, Matte y Larraín.

Trabajó allí veinte años, desde labores menores hasta labores ejecutivas, en diferentes plantas hasta llegar a la de Talagante. Gozó siempre, por su empeño y capacidad, de la confianza de sus jefes y el aprecio de trabajadores y colaboradores, pero allí se encontró con Arturo Quiroga, un gerente de personal reconocido por todos por su evidente mal genio y arrogancia, quien discriminó de inmediato sus apellidos de ascendencia mapuche, demostrándolo siempre en múltiples y reconocibles formas, como el delegar su control a ejecutivas más asequibles, como no establecer jamás un contacto que permitiera mejorar la calidad de las funciones que desempeñaba cada cual, como visitar la planta sin tomar nunca contacto con Aurora que era, sin duda, parte de su equipo y responsabilidad, sin ni siquiera saludarla al paso por su oficina.

Ella creyó siempre que tal actitud no era, obviamente, una política de la empresa, cuya dirigencia parecía respetar su cultura ancestral, como quedó probado en el montaje en el Museo de Bellas Artes de una hermosa exposición dedicada a la platería mapuche, con el poético nombre de “Lágrimas de luna”, sino tan sólo parte de una estrategia personal del señor Quiroga, pequeño aristócrata, abiertamente racista, que la despidió pretextando una supuesta reestructuración para esconder su discriminación. La confirmación de ello fue que nombró una reemplazante de inmediato, a la que él acompañó solícitamente, presentó e instaló en el lugar que, finalmente había conseguido.

Aurora se sintió muy afectada y deprimida al comienzo, pero de acuerdo a sus creencias no quería admitir que fuera cosa de “feeling”, como le aseguró uno de los ejecutivos de la planta y mucho menos discriminación racial, hasta que los cientos de detalles, reunidos, analizados y concluyentes, le mostraron, sin lugar a dudas, que su despido o, graciosamente llamado, “desvinculación” se había producido por definitivas razones étnicas. Pese a todo, de lo que no estaba muy segura era que si tal método, correspondía a una deleznable actitud personal del señor Arturo Quiroga o, como se lo aseguró el gerente de su planta al notificarla, además de asegurar la falta de “feeling” como argumento, le comentó con tono misterioso que esta decisión “venía desde arriba” lo que exhibía, sin pudores, una política oficial clasista y discriminadora.

Aurora rechazó esta conclusión y en prueba de su fe dirigió una carta de agradecimiento y despedida al Gerente General de la empresa, a través de la secretaria que conocía, recordándole que su ingreso, hace veinte años, se había producido a raíz del pedido de Monseñor Sodano y que en su desempeño durante este tiempo, ella creía que había actuado con eficiencia por lo que se iba agradecida con la frente muy en alto y dignamente.

Sin embargo, lloró. No lo dijo a nadie, pero lloró, como si se creara un enorme vacío en su entorno y sufriera una pérdida irreparable. Claro que no es fácil, después de tanto tiempo, luego de tantos hábitos, en una suerte de dependencia, de pensar y sentir en sus labores, estar cesante de un día para otro. Le dijeron “es el sistema”, “así es el interés empresarial”, “ellos no están interesados en las personas, sino en las ganancias”, pero no hizo caso. Ella no condenaba, sólo le dolía que fuera su ascendencia la causa principal y no la eficiencia y capacidad que nadie podía desestimar y que había quedado suficientemente comprobada en todos los años de su labor, como lo evidenciaba el que numerosos gerentes de administración, producción y personal, accedieran, sin vacilaciones, a ser referentes de esta capacidad que ellos muy bien conocían y que les hacía preguntarse el “por qué” del despido, lo que ella, en un comienzo, no quería reconocer hasta que el rompecabezas pudo ser colocado en su lugar y no hubo duda alguna de la verdadera razón y del real responsable.

Si bien es cierto, su capacidad de clemencia la excedía, también habitaba en ella la ancestral sensación de rebeldía y lucha, por lo que, el mismo día, secó sus lágrimas y comenzó la batalla para conseguir un nuevo trabajo, tan necesario para la supervivencia. Hizo llamadas, escribió correos electrónicos, pulió su currículo, se tomó fotografías, hizo copias, buscó páginas en la Internet para su búsqueda, revisó diarios, en tanto recibía por diversos medios el apoyo de sus amigas y colaboradores, instándola a tener fe y paciencia y ofreciendo ayuda para la distribución de sus antecedentes.

A los pocos días ya era la de siempre, alegre, vivaz, activa y esperanzada, llena de ideas de proyectos para trabajar dependiente o independiente, en tanto en sus ojos, como una neblina del pasado, sobresalían los lagos y volcanes de su lejana Villarrica con sus lenguajes de lloviznas, aves y de hojas…

Nota: El relato corresponde a una historia real, pero el nombre de la afectada ha sido cambiado por propio requerimiento.

Una colaboración de Julio Campos Ávila, escritor y colaborador de Serindigena.